manuelrios85
Bovino adolescente
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Netanyahu presiona a los militares para atacar a Irán
La fuerza aérea israelí ensaya la acción en el Mediterráneo central
Netanyahu explica hoy en la Knesset su política hacía Irán. / Tara Todras-Whitehill (AP)
Benjamin Netanyahu parece haber decidido ya que Israel, en solitario o en compañía de otros, debe destruir las instalaciones nucleares iraníes. Ahora se concentra en convencer a los sectores escépticos de su Gobierno y a la cúpula militar, que muestra dudas y preferiría en todo caso que fuera Estados Unidos quien asumiera la iniciativa de atacar. El jefe del Ejército iraní asegura que cualquier agresión tendría como respuesta “graves daños” para estadounidenses e israelíes.
El programa nuclear iraní obsesiona a Netanyahu. Desde su elección como primer ministro en 2009 estableció que acabar con la potencial amenaza de un Irán dotado de armas atómicas constituía su gran prioridad geoestratégica, y no ha dejado de amagar con un posible ataque preventivo. Las anteriores amenazas de bombardeo se dirigían principalmente a presionar a Estados Unidos y la Unión Europea, para que establecieran un programa de sanciones muy duro contra Irán. Ahora, sin embargo, Netanyahu ya no plantea a sus generales la posibilidad de un bombardeo, siempre contemplada. Ahora les dice que el bombardeo es necesario e inminente.
La primera gran señal de que el primer ministro israelí había madurado su decisión apareció el pasado viernes en la portada de Yediot Ahronot, el periódico más leído del país. Bajo el titular "Presión atómica”, el periodista Nahum Barnea, de notable prestigio, revelaba que Netanyahu y su ministro de Defensa, Ehud Barak, hacían lo posible para convencer al resto del Gobierno y a la cúpula militar de que la destrucción de las instalaciones nucleares iraníes era para Israel “una cuestión de supervivencia”. La señal no era tanto el despliegue en portada y el tono de suma gravedad adoptado por Yediot Ahronot, sino el hecho de que alguien en una posición muy alta hubiera filtrado, con la aparente intención de neutralizarlo, un debate que se mantenía en absoluto secreto.
El diario Haaretz anunció ayer que el ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, se había sumado a los partidarios del ataque. Una fuente vinculada a la diplomacia israelí confirmó por su parte a este periódico que “el debate existe y es serio”. Otra fuente, vinculada al Ejército, comentó que Netanyahu esgrimía como argumento el riesgo de “un nuevo Holocausto” y usaba “tonos apocalípticos” para vencer resistencias.
Los detalles han ido conociéndose gracias a quienes, en el Ejército y en el Gobierno, piensan que un ataque contra Irán resultaría cuando menos temerario. Al margen de consideraciones políticas o estratégicas, los militares indican que un bombardeo podría tener resultados insatisfactorios, dado que las instalaciones nucleares iraníes son subterráneas y están muy protegidas. Según Haaretz, tanto el jefe del Ejército, general Benny Gantz, como los jefes de los tres servicios de inteligencia figuran entre quienes rechazan el bombardeo preventivo y unilateral, y reclaman el apoyo de los aliados estadounidenses y británicos.
El Ejército israelí acaba de concluir en Cerdeña (Italia) unas maniobras en las que ha simulado un bombardeo de largo alcance, muy parecido al que sería necesario para atacar las instalaciones nucleares iraníes en el noreste del país. También ha probado un nuevo misil balístico con un alcance de 6.000 kilómetros y capacidad atómica.
El ministro del Interior, Eli Yishai, del partido religioso ultraortodoxo Shas, también se opone al ataque. En una reunión de su partido celebrada el lunes, Yishai comentó que la posibilidad del bombardeo le mantenía “despierto por las noches” debido a la gravedad de las posibles represalias por parte de Irán, de sus aliados sirios, de la milicia chií libanesa Hezbolá y del grupo armado palestino Hamas desde Gaza. Otro de los ocho ministros que conforman el núcleo gubernamental que adopta las decisiones importantes, el centrista Dan Meridor, considera que Irán representa “un riesgo para todo el mundo” y que corresponde a Estados Unidos, no a Israel, asumir el liderazgo en cualquier acción política o militar.
El próximo informe sobre Irán del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), previsto para el 8 de noviembre, puede ser decisivo para decantar posiciones en el Gobierno y el Ejército israelíes.
Israel ya destruyó un reactor nuclear en Irak en 1981, y unas supuestas instalaciones nucleares sirias en 2007. Pero Irán es un enemigo de mayor entidad. El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, suele lanzar tremendas amenazas contra Israel; por otra parte, Irán ha demostrado históricamente no ser un país propenso a iniciar guerras. Israel, cuyo arsenal nuclear (no declarado) se estima en unas 200 cabezas, mantiene su posición como fuerza militar hegemónica en Oriente Próximo. Y sabe que en cualquier acción contra Irán dispondría del respaldo encubierto de la mayoría de los gobiernos árabes suníes, muy recelosos ante las ambiciones nucleares de Irán, persa y chií. Las filtraciones de Wikileaks revelaron que la monarquía saudí lleva tiempo reclamando la destrucción de los reactores iraníes.
El jefe del Ejército iraní, Hassan Firuzabadí, dijo ayer que cualquier ataque contra su país comportaría represalias. “Las autoridades de Estados Unidos deben saber que un ataque del régimen sionista contra Irán implicaría graves daños para los propios Estados Unidos, además de para el régimen sionista”, declaró a la agencia oficial Isna.
Irán advierte que está preparado para entrar en guerra con Israel
MIKEL AYESTARAN
Día 04/11/2011
La cuenta atrás para la reunión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) vuelve a poner sobre la mesa la amenaza del programa nuclear iraní. A falta de una semana para la cita de Viena, Israel eleva el tono frente a Teherán y habla abiertamente de ataques quirúrgicos para frenar el desarrollo atómico del régimen islámico para lo que ha probado incluso un nuevo sistema de propulsión para el lanzamiento de misiles. Washington, por su parte, endurece las sanciones y recuerda el supuesto complot para asesinar al embajador saudí en EE.UU. por agentes iraníes destapado para mantener bien alta la tensión frente al eterno enemigo. Un frente común ante el que los políticos iraníes están acostumbrados.
En Teherán se mueven a la perfección en esta guerra psicológica desde hace tres décadas y respondieron con dureza colocándose siempre como víctimas de una posible operación militar. «EE.UU. y el régimen sionista saben que, si lo hacen, sufrirán unas pérdidas enormes», afirmó el jefe de la Junta de Estado Mayor, general Hasan Firuzabadi. El ministro de Exteriores, Alí Akbar Salehi, tampoco dejó pasar la oportunidad para dejar patente que su país «siempre ha estado preparado para la guerra». Una respuesta firme gracias, entre otras cosas, a los últimos misiles desarrollados por el régimen, con capacidad de alcanzar suelo israelí, y al estrecho control sobre el estrecho de Ormuz por donde sale buena parte del crudo de los países del Golfo.
Pese a la amenaza militar, el conflicto nuclear es un salvavidas para el presidente Mahmoud Ahmadineyad —a las puertas de una moción de confianza— ya que la cúpula del régimen está fragmentada y este es uno de los pocos puntos sobre el que los dirigentes no tienen discrepancias.
El diario «Le Figaro» encendió las alarmas a comienzos del mes pasado sobre la próxima cita del AIEA al asegurar que, según fuentes próximas al organismo, con el nuevo informe «quedará al descubierto el carácter militar del plan atómico iraní». Desde Teherán piden pruebas, pero de momento las investigaciones del órgano internacional no han sido capaces de probar que el régimen islámico haya cruzado la línea roja.
Por ello los iraníes se sienten víctimas de una campaña internacional que también afecta a socios suyos como Siria. Aunque la Alianza Atlántica, de momento, ha dejado claro que no piensa atacar ni a Damasco, ni a Teherán, según insiste su secretario general Anders Fogh Rasmussen.
La fuerza aérea israelí ensaya la acción en el Mediterráneo central
Netanyahu explica hoy en la Knesset su política hacía Irán. / Tara Todras-Whitehill (AP)
Benjamin Netanyahu parece haber decidido ya que Israel, en solitario o en compañía de otros, debe destruir las instalaciones nucleares iraníes. Ahora se concentra en convencer a los sectores escépticos de su Gobierno y a la cúpula militar, que muestra dudas y preferiría en todo caso que fuera Estados Unidos quien asumiera la iniciativa de atacar. El jefe del Ejército iraní asegura que cualquier agresión tendría como respuesta “graves daños” para estadounidenses e israelíes.
El programa nuclear iraní obsesiona a Netanyahu. Desde su elección como primer ministro en 2009 estableció que acabar con la potencial amenaza de un Irán dotado de armas atómicas constituía su gran prioridad geoestratégica, y no ha dejado de amagar con un posible ataque preventivo. Las anteriores amenazas de bombardeo se dirigían principalmente a presionar a Estados Unidos y la Unión Europea, para que establecieran un programa de sanciones muy duro contra Irán. Ahora, sin embargo, Netanyahu ya no plantea a sus generales la posibilidad de un bombardeo, siempre contemplada. Ahora les dice que el bombardeo es necesario e inminente.
La primera gran señal de que el primer ministro israelí había madurado su decisión apareció el pasado viernes en la portada de Yediot Ahronot, el periódico más leído del país. Bajo el titular "Presión atómica”, el periodista Nahum Barnea, de notable prestigio, revelaba que Netanyahu y su ministro de Defensa, Ehud Barak, hacían lo posible para convencer al resto del Gobierno y a la cúpula militar de que la destrucción de las instalaciones nucleares iraníes era para Israel “una cuestión de supervivencia”. La señal no era tanto el despliegue en portada y el tono de suma gravedad adoptado por Yediot Ahronot, sino el hecho de que alguien en una posición muy alta hubiera filtrado, con la aparente intención de neutralizarlo, un debate que se mantenía en absoluto secreto.
El diario Haaretz anunció ayer que el ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, se había sumado a los partidarios del ataque. Una fuente vinculada a la diplomacia israelí confirmó por su parte a este periódico que “el debate existe y es serio”. Otra fuente, vinculada al Ejército, comentó que Netanyahu esgrimía como argumento el riesgo de “un nuevo Holocausto” y usaba “tonos apocalípticos” para vencer resistencias.
Los detalles han ido conociéndose gracias a quienes, en el Ejército y en el Gobierno, piensan que un ataque contra Irán resultaría cuando menos temerario. Al margen de consideraciones políticas o estratégicas, los militares indican que un bombardeo podría tener resultados insatisfactorios, dado que las instalaciones nucleares iraníes son subterráneas y están muy protegidas. Según Haaretz, tanto el jefe del Ejército, general Benny Gantz, como los jefes de los tres servicios de inteligencia figuran entre quienes rechazan el bombardeo preventivo y unilateral, y reclaman el apoyo de los aliados estadounidenses y británicos.
El Ejército israelí acaba de concluir en Cerdeña (Italia) unas maniobras en las que ha simulado un bombardeo de largo alcance, muy parecido al que sería necesario para atacar las instalaciones nucleares iraníes en el noreste del país. También ha probado un nuevo misil balístico con un alcance de 6.000 kilómetros y capacidad atómica.
El ministro del Interior, Eli Yishai, del partido religioso ultraortodoxo Shas, también se opone al ataque. En una reunión de su partido celebrada el lunes, Yishai comentó que la posibilidad del bombardeo le mantenía “despierto por las noches” debido a la gravedad de las posibles represalias por parte de Irán, de sus aliados sirios, de la milicia chií libanesa Hezbolá y del grupo armado palestino Hamas desde Gaza. Otro de los ocho ministros que conforman el núcleo gubernamental que adopta las decisiones importantes, el centrista Dan Meridor, considera que Irán representa “un riesgo para todo el mundo” y que corresponde a Estados Unidos, no a Israel, asumir el liderazgo en cualquier acción política o militar.
El próximo informe sobre Irán del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), previsto para el 8 de noviembre, puede ser decisivo para decantar posiciones en el Gobierno y el Ejército israelíes.
Israel ya destruyó un reactor nuclear en Irak en 1981, y unas supuestas instalaciones nucleares sirias en 2007. Pero Irán es un enemigo de mayor entidad. El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, suele lanzar tremendas amenazas contra Israel; por otra parte, Irán ha demostrado históricamente no ser un país propenso a iniciar guerras. Israel, cuyo arsenal nuclear (no declarado) se estima en unas 200 cabezas, mantiene su posición como fuerza militar hegemónica en Oriente Próximo. Y sabe que en cualquier acción contra Irán dispondría del respaldo encubierto de la mayoría de los gobiernos árabes suníes, muy recelosos ante las ambiciones nucleares de Irán, persa y chií. Las filtraciones de Wikileaks revelaron que la monarquía saudí lleva tiempo reclamando la destrucción de los reactores iraníes.
El jefe del Ejército iraní, Hassan Firuzabadí, dijo ayer que cualquier ataque contra su país comportaría represalias. “Las autoridades de Estados Unidos deben saber que un ataque del régimen sionista contra Irán implicaría graves daños para los propios Estados Unidos, además de para el régimen sionista”, declaró a la agencia oficial Isna.
Irán advierte que está preparado para entrar en guerra con Israel
MIKEL AYESTARAN
Día 04/11/2011
La cuenta atrás para la reunión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) vuelve a poner sobre la mesa la amenaza del programa nuclear iraní. A falta de una semana para la cita de Viena, Israel eleva el tono frente a Teherán y habla abiertamente de ataques quirúrgicos para frenar el desarrollo atómico del régimen islámico para lo que ha probado incluso un nuevo sistema de propulsión para el lanzamiento de misiles. Washington, por su parte, endurece las sanciones y recuerda el supuesto complot para asesinar al embajador saudí en EE.UU. por agentes iraníes destapado para mantener bien alta la tensión frente al eterno enemigo. Un frente común ante el que los políticos iraníes están acostumbrados.
En Teherán se mueven a la perfección en esta guerra psicológica desde hace tres décadas y respondieron con dureza colocándose siempre como víctimas de una posible operación militar. «EE.UU. y el régimen sionista saben que, si lo hacen, sufrirán unas pérdidas enormes», afirmó el jefe de la Junta de Estado Mayor, general Hasan Firuzabadi. El ministro de Exteriores, Alí Akbar Salehi, tampoco dejó pasar la oportunidad para dejar patente que su país «siempre ha estado preparado para la guerra». Una respuesta firme gracias, entre otras cosas, a los últimos misiles desarrollados por el régimen, con capacidad de alcanzar suelo israelí, y al estrecho control sobre el estrecho de Ormuz por donde sale buena parte del crudo de los países del Golfo.
Pese a la amenaza militar, el conflicto nuclear es un salvavidas para el presidente Mahmoud Ahmadineyad —a las puertas de una moción de confianza— ya que la cúpula del régimen está fragmentada y este es uno de los pocos puntos sobre el que los dirigentes no tienen discrepancias.
El diario «Le Figaro» encendió las alarmas a comienzos del mes pasado sobre la próxima cita del AIEA al asegurar que, según fuentes próximas al organismo, con el nuevo informe «quedará al descubierto el carácter militar del plan atómico iraní». Desde Teherán piden pruebas, pero de momento las investigaciones del órgano internacional no han sido capaces de probar que el régimen islámico haya cruzado la línea roja.
Por ello los iraníes se sienten víctimas de una campaña internacional que también afecta a socios suyos como Siria. Aunque la Alianza Atlántica, de momento, ha dejado claro que no piensa atacar ni a Damasco, ni a Teherán, según insiste su secretario general Anders Fogh Rasmussen.