salem##
Bovino de la familia
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- 23 Jun 2006
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[FONT="]¿Quién creyera que en el mundo científico de los hospitales donde sólo cabe lo pensable y tangible pudiera haber algún sitio para lo sobrenatural, y que esto a su vez, se hubiera convertido en una verosímil leyenda?[/FONT]
[FONT="]Seguramente las primeras en contestar que sí serán las enfermeras, vigías antimuerte que durante las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días de todos los años, desde que este quehacer se convirtió en profesión, presencian cada ruido, cada alteración del orden y cada nuevo suceso en torno al objeto de sus cuidados.[/FONT]
[FONT="]Desde hace muchos años, contarán las de mayor edad, las jubiladas y aun las más jóvenes, noche tras noche, en diferentes hospitales de la ciudad de Mexico y en cada uno de sus pabellones, aparece la silenciosa figura de la güerita, menuda y llenita, arregladita y bien almidonada, de uniforme estilo ingles a la usanza de los tiempos cardenistas, impecablemente planchado, para proporcionar alivio a las dolencias de los pacientes y salvarles la vida.[/FONT]
[FONT="]La misteriosa joven que según afirman algunos, no pasa de los veinticinco años, al caminar hace crujir levemente su vestimenta, bien almidonada y cuidadosamente planchada, razón por la que sus compañeros que sí viven la han apodado como “La Planchada” .[/FONT]
[FONT="]Cada noche “La Planchada” auxilia a muchas de las enfermeras de los servicios nocturnos, proporciona medicina a quienes la tienen prescrita, inyecta a quienes deben recibir la dosis, cambia sueros, reconforta a los pacientes y se retira sin notificar a las demás que ya ha hecho el trabajo. Este es el motivo por el que muchos enfermos se enojan, se quejan o aclaran: “Ay señito, si ya me atendió la güerita que acaba de salir…”[/FONT]
[FONT="]Las Leyendas se Degeneran[/FONT]
[FONT="]Las dos versiones que hay respecto al origen de “La Planchada” son completamente diferentes. La primera habla de una mala enfermera, sin vocación, sumamente vanidosa y únicamente interesada por mantener el plisado de su uniforme. Esta mujer, como pago a su falta de entrega a la profesión y al mal trato que daba a los pacientes, al morir fue condenada a penar y ayudar a los enfermos de todos los turnos; esta es la más conocida, particularmente en las escuelas de enfermería, tal vez con la finalidad de evitar que las egresadas no cumplan correctamente con lo allí aprendido.[/FONT]
[FONT="]El segundo relato nos habla de una joven que, al ser engañada por el hombre que amaba, se suicidó en el hospital Juárez. Esta enfermera si tenía gran pasión por su trabajo, por lo que se negó a abandonar el lugar donde lo ejercía aun después de muerta. Esta versión es la menos conocida, pero hay personas, como doña Refugio Gasca quien laboró casi cuarenta años en el mencionado nosocomio que se atreverían a asegurar que esta es la verdadera historia de “La Planchada”.}[/FONT]
[FONT="]Un Testimonio Antiguo y otro Moderno[/FONT]
[FONT="]Relato la señora Refugio Gasca a Solidaria: “Era la noche de Navidad de no recuerdo que año, como yo tenía que trabajar el turno de la noche para poder hacer dobletes y así mantener a mis hijas, no podía faltar. Todas las demás compañeras se fueron y me quedé yo sola. Entonces la jefa de enfermeras, a la que apodábamos “La Rata”, me dice: Mira Cuca, te vas a quedar con las tres salas, en la nueve hay un enfermo que se cae. Y me dio, además la siete y la once.[/FONT]
[FONT="]“En la primera sala había un paciente con gangrena en un antebrazo, que tenía un matraz de cuatro litros de una sustancia que conocíamos como “licor de Darkin”, misma que tenía una irrigación continua y requería de agua para mantenerla caliente.[/FONT]
[FONT="]“El muchacho tenía el brazo sobre una charola tapado con una “tela de salud”, que era un papel amarillo. Me acerqué a su madre, que dormía junto a él y le dije: Despierte, le voy a cambiar la curación a su enfermo. Ella respondió: ¿Ay mayorcita, ya lo va a mojar otra vez? Si la señorita que anda allí lo acaba de cambiar…[/FONT]
[FONT="]“¿Cómo?, le dije, ¿cuál señorita, si yo soy la única? [/FONT]
[FONT="]La mujer me contestó: No, mire, tiéntelo. Y el matraz estaba colgado y se sentía caliente. Pensé que era raro.[/FONT]
[FONT="]“¡Pos ésta!... ¿Por qué no me avisó que me viene a ayudar?, dije yo. ¡Ni modo! Y fui al cuarto de curación a sacar las jeringas, ya hervidas, para inyectar a un enfermo a quien le tocaba. Al llegar a moverlo me dijo: ¡Ay mayorcita, ¿ya me va a picar otra vez?, si la señorita que va allí me acaba de inyectar! A lo que pregunté: ¿Cuál señorita? Esa que va allá, por el corredor. Ella me acaba de picar, mire y se bajó un poco la ropa, todavía me duele…[/FONT]
[FONT="]“Dije yo: ¡Qué raro!... Pos, ¿quién será ésta? Entonces entré a la sala nueve a ver si no se había caído el enfermo del que me habían advertido. Al llegar me dice su compañero, que no había dormido: Ay mayorcita, ya lo acaba de subir la enfermera que salió, porque ya se había caído”. Le dije al señor: Pues lo voy a cambiar.[/FONT]
[FONT="]“Al enfermo ese le poníamos un “calzón de caballo”, que se amarraba como si fuera un pañal. Al tratar de ponerle la ropa seca, su compañero me dijo: Ay mayorcita, si ya lo cambió la otra enfermera!. ¡Estaba todo mojado! Pos voy a revisarle la ropa, pensé.[/FONT]
Parte 2
http://ba-k.com/showthread.php?t=910212
[FONT="]Seguramente las primeras en contestar que sí serán las enfermeras, vigías antimuerte que durante las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días de todos los años, desde que este quehacer se convirtió en profesión, presencian cada ruido, cada alteración del orden y cada nuevo suceso en torno al objeto de sus cuidados.[/FONT]
[FONT="]Desde hace muchos años, contarán las de mayor edad, las jubiladas y aun las más jóvenes, noche tras noche, en diferentes hospitales de la ciudad de Mexico y en cada uno de sus pabellones, aparece la silenciosa figura de la güerita, menuda y llenita, arregladita y bien almidonada, de uniforme estilo ingles a la usanza de los tiempos cardenistas, impecablemente planchado, para proporcionar alivio a las dolencias de los pacientes y salvarles la vida.[/FONT]
[FONT="]La misteriosa joven que según afirman algunos, no pasa de los veinticinco años, al caminar hace crujir levemente su vestimenta, bien almidonada y cuidadosamente planchada, razón por la que sus compañeros que sí viven la han apodado como “La Planchada” .[/FONT]
[FONT="]Cada noche “La Planchada” auxilia a muchas de las enfermeras de los servicios nocturnos, proporciona medicina a quienes la tienen prescrita, inyecta a quienes deben recibir la dosis, cambia sueros, reconforta a los pacientes y se retira sin notificar a las demás que ya ha hecho el trabajo. Este es el motivo por el que muchos enfermos se enojan, se quejan o aclaran: “Ay señito, si ya me atendió la güerita que acaba de salir…”[/FONT]
[FONT="]Las Leyendas se Degeneran[/FONT]
[FONT="]Las dos versiones que hay respecto al origen de “La Planchada” son completamente diferentes. La primera habla de una mala enfermera, sin vocación, sumamente vanidosa y únicamente interesada por mantener el plisado de su uniforme. Esta mujer, como pago a su falta de entrega a la profesión y al mal trato que daba a los pacientes, al morir fue condenada a penar y ayudar a los enfermos de todos los turnos; esta es la más conocida, particularmente en las escuelas de enfermería, tal vez con la finalidad de evitar que las egresadas no cumplan correctamente con lo allí aprendido.[/FONT]
[FONT="]El segundo relato nos habla de una joven que, al ser engañada por el hombre que amaba, se suicidó en el hospital Juárez. Esta enfermera si tenía gran pasión por su trabajo, por lo que se negó a abandonar el lugar donde lo ejercía aun después de muerta. Esta versión es la menos conocida, pero hay personas, como doña Refugio Gasca quien laboró casi cuarenta años en el mencionado nosocomio que se atreverían a asegurar que esta es la verdadera historia de “La Planchada”.}[/FONT]
[FONT="]Un Testimonio Antiguo y otro Moderno[/FONT]
[FONT="]Relato la señora Refugio Gasca a Solidaria: “Era la noche de Navidad de no recuerdo que año, como yo tenía que trabajar el turno de la noche para poder hacer dobletes y así mantener a mis hijas, no podía faltar. Todas las demás compañeras se fueron y me quedé yo sola. Entonces la jefa de enfermeras, a la que apodábamos “La Rata”, me dice: Mira Cuca, te vas a quedar con las tres salas, en la nueve hay un enfermo que se cae. Y me dio, además la siete y la once.[/FONT]
[FONT="]“En la primera sala había un paciente con gangrena en un antebrazo, que tenía un matraz de cuatro litros de una sustancia que conocíamos como “licor de Darkin”, misma que tenía una irrigación continua y requería de agua para mantenerla caliente.[/FONT]
[FONT="]“El muchacho tenía el brazo sobre una charola tapado con una “tela de salud”, que era un papel amarillo. Me acerqué a su madre, que dormía junto a él y le dije: Despierte, le voy a cambiar la curación a su enfermo. Ella respondió: ¿Ay mayorcita, ya lo va a mojar otra vez? Si la señorita que anda allí lo acaba de cambiar…[/FONT]
[FONT="]“¿Cómo?, le dije, ¿cuál señorita, si yo soy la única? [/FONT]
[FONT="]La mujer me contestó: No, mire, tiéntelo. Y el matraz estaba colgado y se sentía caliente. Pensé que era raro.[/FONT]
[FONT="]“¡Pos ésta!... ¿Por qué no me avisó que me viene a ayudar?, dije yo. ¡Ni modo! Y fui al cuarto de curación a sacar las jeringas, ya hervidas, para inyectar a un enfermo a quien le tocaba. Al llegar a moverlo me dijo: ¡Ay mayorcita, ¿ya me va a picar otra vez?, si la señorita que va allí me acaba de inyectar! A lo que pregunté: ¿Cuál señorita? Esa que va allá, por el corredor. Ella me acaba de picar, mire y se bajó un poco la ropa, todavía me duele…[/FONT]
[FONT="]“Dije yo: ¡Qué raro!... Pos, ¿quién será ésta? Entonces entré a la sala nueve a ver si no se había caído el enfermo del que me habían advertido. Al llegar me dice su compañero, que no había dormido: Ay mayorcita, ya lo acaba de subir la enfermera que salió, porque ya se había caído”. Le dije al señor: Pues lo voy a cambiar.[/FONT]
[FONT="]“Al enfermo ese le poníamos un “calzón de caballo”, que se amarraba como si fuera un pañal. Al tratar de ponerle la ropa seca, su compañero me dijo: Ay mayorcita, si ya lo cambió la otra enfermera!. ¡Estaba todo mojado! Pos voy a revisarle la ropa, pensé.[/FONT]
Parte 2
http://ba-k.com/showthread.php?t=910212