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En el motel con la camarera

john4723

Bovino maduro
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30 Jul 2007
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He vuelto, y estaré contando las historias que han ocurrido durante mi ausencia. No todas, solo las mejores, porque hay otras que no valen la pena.

Esta historia comenzó desde la mañana, cuando le pedí a mi novia que saliera de casa a acompañarme a hacer algunas diligencias, y que se pusiera un lindo vestido negro que me gustaba mucho pero que no usara ropa interior. Al comienzo se negó, pero me soprendió cuando se subió al carro y me mostró las tetas y la vagina. Solo tenia puesto el vestido y unos tenis, nada más. Ya con eso tuve para ponerme parolo. Cada vez que cruzaba la pierna, me dejaba ver las puertas del cielo.

—¿Sabes que si sigues mirándome así no vamos a llegar ni al motel? —me dijo al oído mientras me pasaba la mano por encima del muslo, peligrosamente cerca de mi cremallera.

No pude resistirme. Deslicé la mano entre sus piernas, y al sentirla mojada, temblando solo por mis dedos, supe que ahí tenia que actuar, así que mientras iba manejando le iba metiendo los dedos en su vagina hasta lograr que se viniera.

Hicimos algunas diligencias y me ponía muy excitado saber que ella estaba ahí conmigo junto a un grupo de gente y que no tenía nada por debajo. En algún momento le dije que gritaría que ella estaba desnuda bajo su vestido para que vinieran varios hombres a follarla, cosa que no le gustó.

Llegamos al motel, fuimos al cuarto y empezó la acción: yo estaba muy mal y ella lo sabía, así que se puso de rodillas y se abrió el vestido descubriendo las tetas, yo apenas alcancé a sacar el pene del pantalón cuando derramé sobre su cara y sus tetas toda la carga acumulada. Fue un momento mágico. Luego de un rato de darle sexo oral para que no perdiera el impulso y mientras yo recargaba baterías ella se retiró el vestido y empezó a chupar el miembro vigorosamente.

Estábamos en eso, en el momento justo donde todo se volvía deseo puro, cuando de repente se abre la puerta. Entró una muchacha de servicios generales, joven, de tez blanca, cabello café, con un uniforme que dejaba entrever que no era esbelta pero que igual tenía buen cuerpo. Se quedó paralizada, con los ojos abiertos, viendo cómo mi novia me tenía entre los labios, chupando lento, profundo. El silencio fue apenas de un segundo. Luego, mi novia se levantó asustada y se dio la vuelta quedando todos mirándonos de frente.

—Disculpen por favor, no sabía que el cuarto estaba ocupado. Parece que llegué en un momento interesante- dijo la camarera. Soltó una risa nerviosa y quiso devolverse para salir.

—Puede quedarse si es que no le incomoda ordenar mientras tenemos sexo - le dijo mi novia con una voz mas dulce de lo normal, mientras la miraba directo a los ojos

Hubo un momento de tensión deliciosa. Ella cerró la puerta y siguió al baño, mientras mi novia volvía a su labor. Ella nos miraba desde el baño a través de los vidrios de manera disimulada pero sin poder despegar los ojos del culo de mi novia. En un momento dejó de hacer lo que estaba haciendo y se quedo mirándome fijamente. Mi novia se dio cuenta y me levó hacia el baño en donde la muchacha estaba, la hizo agachar y le puso mi pene en su cara.

- Quiere probar?
- No, me da pena - contestó la muchacha

Acto seguido mi novia le agarra la mano y la pone sobre mi verga baboseada. La muchacha tomó el miembro y empezó a moverlo suavemente, poco a poco se tomó confianza y me dijo que me lo chuparía si lo lavaba antes. Le dije que lo lavara ella y así lo hizo, en la ducha me lavó el pene mientras me masturbaba. Luego ya con mas confianza se lo metió en la boca. Sus movimientos eran torpes pero eso no importaba.

Luego, con un brillo nuevo en la mirada, la muchacha se desabrochó el uniforme y lo dejó caer. Se quitó el sostén dejando libres sus lindas 34B. Su cuerpo era natural, bonito, no tenía mucha cola, pero con las tetas le sobraba, y su expresión ya no era de sorpresa... sino de deseo. Mi novia mientras tanto miraba con lujuria estas escenas, y ayudó a quitarle el resto de la ropa a la muchacha. Su vagina estaba medio peluda, pero eso no importaba. Se acercó mi novia, sin dejar de mirarla, me volvió a chupar mientras la muchacha se arrodillaba al otro lado. Comenzaron a turnarse. Sus lenguas se tocaban, compartían mi dureza con una sincronía tan morbosa que me hacía perder la cabeza. Mi novia lo metía profundo y babeado, y luego se lo pasaba a ella, que lo lamía con suavidad, como si saboreara algo salado.

Mi novia se acostó boca arriba y la muchacha comenzó a besarle los muslos, subiendo lentamente. Yo me coloqué detrás de la nueva, y mientras ella lamía a mi novia, yo la tomé por detrás. Me dijo que por el culo no, y eso no fue problema. Estaba tan mojada que me resbalé dentro de ella con un solo empuje. Gritó contra la entrepierna de mi novia, estremeciéndola aún más. La habitación olía a sexo, a sudor y a deseo compartido. Cambiamos de posiciones varias veces. Las puse a cuatro, una detrás de otra, y las tomé alternadamente, disfrutando el contraste de sus cuerpos, de sus gemidos mezclados. En un momento, ambas me montaron al mismo tiempo: una besándome, la otra sentada sobre mí, cabalgándome lentamente para no hacerme llegar.

La escena era tan salvaje que perdí toda noción del tiempo. Sus lenguas se cruzaban, se tocaban, se compartían entre ellas y conmigo, y yo solo podía rendirme ante esa fantasía que se había vuelto realidad. La escena terminó con una lluvia de semen, ellas acostadas en la cama y yo eyaculando desde arriba en todas las direcciones para tratar de que les cayera por todas partes. Terminamos los tres empapados, jadeando, cubiertos de fluidos, con una risa cómplice y los cuerpos entrelazados.

—¿Siempre ingresa así en las habitaciones? —le pregunté, ya sin aire.

Ella se rió, buscando su uniforme. No dijo nada, solo pasó a la ducha, se bañó y luego empezó a vestirse. Antes de salir me dio una ultima chupada en el pene ya flácido, y luego le dio un largo y suculento beso con lengua a mi novia mientras se tocaban las tetas. Eso me puso mal otra vez, pero ya la muchacha salió dejando la puerta abierta. Empecé a follar a mi novia de nuevo en posición de perrito mientras afuera del cuarto pasaban algunas parejas que nos veían. Pasó otra muchacha menos agraciada que la anterior, pero ella, al contrario de la anterior, se enojó por la puerta abierta y la cerró. Menos mal no entró, porque ya no tenía yo alientos para otra faena similar.
 
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