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El hombre pez de Liérganes

haciaeldespertar

Bovino maduro
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17 Ene 2008
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EL HOMBRE PEZ DE LIÉRGANES




Esta historia singular, que ha sido objeto de estudio por numerosos investigadores de toda España y alguno que otro de Europa, ha dado fama internacional al municipio de Liérganes.

Francisco de la Vega Casar, llamado el "Hombre Pez", es el personaje que sin duda más ha contribuido a dar a conocer el nombre del pueblo. La historia cuenta que Francisco de la Vega Casar era un entusiasta del agua y le encantaba bañarse en los ríos y en el mar. Con tan solo dieciséis años su madre le envió a Bilbao para que aprendiese el oficio de carpintero. Un buen día Francisco estaba bañándose en la ría del Nervión y desapareció sin que nadie se diera cuenta.

Al cabo de un tiempo fue encontrado por unos pescadores gaditanos en la Bahía de Cádiz, perdida la razón y el habla. Francisco de la Vega Casar solamente podía pronunciar las siguientes palabras:


"Liérganes, pan, vino y tabaco"



CAPÍTULO I

LA HISTORIA CONOCIDA




El 27 de enero de 1879 apareció una extraña historia en el "Semanario Pintoresco Español". El texto decía lo siguiente:



"En el pueblo de Liérganes (Montañas de Santander) nació este nadador extraordinario llamado Francisco del la Vega Casar, cuya peregrina historia, al no estar autorizada con muchos testimonios fidedignos, sería preciso desterrar al país de las fábulas. He aquí el extracto de las relaciones que hacen de este fenómeno dos testigos oculares, veraces e ilustrados.

Desde sus tiernos años manifestó este hombre mucha inclinación a pescar, a estar en el río, y una grande habilidad para nadar. A los quince años de su edad paró con el objeto de aprender el oficio de carpintero a la villa de Bilbao, en donde permaneció dos años hasta la víspera de San Juan de 1764, en cuyo día se fue con otros compañeros a bañarse a la ría. Dejó su ropa con la de los demás, y nadando en dirección al mar desapareció de su vista; le esperaron pensando que volvería; pero la tardanza les hizo creer que se había ahogado, y en tal concepto se participó este suceso a su madre, que le lloró por muerto.

Cinco años después notaron unos pescadores de Cádiz, que se hallaban en alta mar, una figura al parecer humana, que se mostraba fuera del agua, y se sumergía al acercarse a ella. Deseosos de averiguar que cosa fuese, salieron otro día, y procuraron atraerle con pedazos de pan que le arrojaban a alguna distancia, observaron que los cogía con la manos y los comía. Empeñados con esto en el deseo de pescarle, creyeron conseguirlo juntando muchas redes y usando del mismo cebo, y al fin lo lograron. Lleváronle al convento de San Francisco de aquella ciudad, en donde le hicieron muchas preguntas en diversos idiomas, pero no respondió a ninguna, ni se le oyó pronunciar una palabra. De esta taciturnidad pasaron a colegir estaba poseído por algún espíritu maligno, en cuyo concepto le conjuraron algunos religiosos. Por fin, después de algunos días, pronunció la palabra Liérganes.

Con este indicio se pidieron noticias a este pueblo, y recibidas se determinó un fraile franciscano a apurar por sí la verdad de un acontecimiento tan extraordinario. Salió con el mozo, y llegando al monte llamado de la Dehesa, que dista de Liérganes un cuarto de legua, le hizo seña de que siguiese adelante y guiase. Ejecutólo de suerte que sin extraviarse un paso entró en casa de su madre. Ésta y los hermanos del nadador le conocieron al punto, haciendo con él las naturales demostraciones de cariño; pero él se mantuvo inmóvil sin corresponder a ellas en manera alguna.

Nueve años permaneció en compañía de su madre, siempre con un trastorno intelectual que se acercaba al idiotismo, siendo así que antes de su desaparición manifestaba una regular capacidad. Andaba siempre descalzo. Tabaco, pan, vino eran las únicas palabras que pronunciaba, pero sin propósito. Si se le preguntaba si lo quería, no contestaba. No solicitaba la comida, pero si se la ponían delante o si veía comer y se lo permitían, comía y bebía mucho de una vez, y después no volvía a hacerlo en tres o cuatro días. Si se le mandaba llevar algún papel de un pueblo a otro de los conocía antes de irse, lo ejecutaba con gran puntualidad, y siempre silenciosamente. En una ocasión le enviaron a Santander con un papel para un caballero de este pueblo, y no hallando el barco de Pedreña se arrojó al mar, y pasó a nado una legua que hay de travesía desde este embarcadero a Santander. Mojado como salió entregó el papel. El sujeto a quien iba dirigido le hizo secar para poder leerlo, y aunque le preguntó cómo estaba de aquella suerte, no respondió nada. Por el mismo rumbo volvió puntualmente la contestación. Iba a la iglesia si veía ir a otros, o si se lo mandaban; pero en el templo de nada hacía caso, ni se le notaba atención alguna a la misa y demás funciones eclesiásticas.

Al cabo de los nueve años desapareció, sin que después se supiese cuál fue su paradero. No entraremos en largos comentarios acerca de esta historia.

Las dificultades que naturalmente sugiere su lectura, relativas al modo con que este hombre pudo acostumbrarse a un género de vida tan extraordinario, rompiendo la cadena de sus hábitos, y al de ejecutarse las funciones del sueño etc. Hacen sensible que su estado cercano al idiotismo haya privado de los datos necesarios para resolverlas, deduciendo consecuencias tan curiosas como interesantes. Haremos solo una observación. Este hombre conservaba fielmente la memoria de los lugares, cosa tanto mas notable, cuanto esta reliquia de inteligencia aparece casi aislada. Unida esta circunstancia a las consideraciones que ofrece su larga vida marina, ¿no haría presumir que acaso este hombre no hizo más que obedecer al gran predominio del órgano de las localidades? Cuando este órgano tiene un desarrollo excesivo la afición que tienen algunos a la vida errante y la pasión a los viajes. Los hombres que están dotados en grado eminente de esta facultad, por viajar todo lo sacrifican, fortuna, riesgos, cariño, nada les detiene, nada puede reprimir su inclinación irresistible. Por lo que hace al caso presente, nuestra presunción no pasa de mera conjetura; pero a ser fundada, ¿no podrían los frenólogos reclamar este hecho como uno de los muchos que apoyan su luminosa doctrina?".



Hasta aquí llega la historia que nos cuenta el "Semanario Pintoresco Español" con fecha del 27 de enero de 1879.




CAPÍTULO II

LA HISTORIA VERDADERA




El hombre pez de Liérganes.

Estimado profesor Velmont: Uno de los misterios más intrigantes lo constituye sin duda el caso del hombre pez de Liérganes. Según los datos que saqué de Internet, de la página Web de la revista Investigación, en artículo firmado por Francisco Cabrera, la historia es la siguiente:

Liérganes es un pueblo de Santander. Allí vivían Francisco de la Vega y María del Casar, su esposa. De esta unión nacieron cuatro hijos. Uno de ellos protagonizaría uno de los sucesos más curiosos de nuestra ciudad. Cuando María del Casar quedó viuda envió a su hijo Francisco a la por ese entonces villa de Bilbao, para aprender el oficio de carpintero. Francisco, en esa época, tenía quince años. Esto ocurría en el año 1674. Un buen día, a la víspera del día de San Juan se fue junto con sus compañeros a bañarse a la ría de dicha villa. A Francisco le fascinaba la pesca y también la natación. Ese día comenzó a nadar ría abajo hasta que sus compañeros lo perdieron de vista. Como tardaba mucho en volver pensaron que algo malo podía haberle pasado.

Los compañeros notaron su tardanza y comenzaron a alertarse pensando que podría haberse ahogado. Corrieron de inmediato a contarlo al maestro del taller y éste a su vez, a su madre María, que lloró desconsolada. Al no aparecer le dieron por muerto.

Hasta aquí la historia parece normal, pero realmente no es así.

En 1679, un grupo de pescadores gaditanos vieron aparecer por las aguas, sumergiéndose en ellas a su voluntad y con recreo lo que parecía ser la figura de un hombre. Los pescadores en su curiosidad quisieron acercarse, pero el hombre-pez desapareció rápidamente. Este suceso lo contaron al llegar a tierra los pescadores y la curiosidad fue en aumento, tal que un día decidieron ir a buscarlo y capturarlo. Así se hicieron con una red que lo circundase y arrojándole pedazos de pan vieron que el hombre-pez los cogía y se los comía, de esta manera lo arrastraron hasta una barca donde pudieron atraparlo y llevarlo a tierra.

Lo observaron detenidamente y vieron que su constitución era humana, normal. Intentaron hablarle en diversas lenguas pero no respondió a ninguna de ellas. Luego se lo llevaron al convento de San Francisco, en la plaza del mismo nombre, donde lo conjuraron por si tuviese algún "espíritu maligno". Pero eso tampoco bastó para hacerle hablar.

Pasaron pues algunos días, durante los cuales no respondía a nada. Pero de repente su voz dejó esclarecer una palabra: "Liérganes". Los que allí estaban, sorprendidos, no sabían su significado a excepción de un mozo que resaltó que era de dicho lugar de Santander y que se hallaba en Cádiz trabajando.

A partir de este momento se comenzó a investigar sobre su paradero y familia.

Don Domingo de la Cantolla, secretario por entonces de la Suprema Inquisición, se hizo con el caso. Este mismo señor hizo un comunicado al pueblo de Liérganes, por si hubiese ocurrido algo "anormal" por allí. Tan sólo María del Casar recalcó que su hijo desapareció en la ría de Bilbao hace unos cinco años, pero que lo dieron por muerto.

En esos momentos se hallaba en el convento antes citado un religioso de la orden en una misión postulatoria. Fr. Juan Rosende, y enterado de la parte donde caía Liérganes, donde le pillaba de paso, decidió llevarlo consigo en su postulación.

Cuando los dos estaban cerca de Liérganes en un monte llamado La Dehesa, el religioso le dijo al mozo que fuese delante guiando, lo que hizo al dedilllo, como si conociese la zona. Llegando hasta la casa de María del Casar. María al verle entrar reconoció inmediatamente y con gran regocijo a su hijo Francisco, así como sus hermanos que también estaban en la casa. Pero Francisco ni se inmutaba, no mostraba ninguna emoción.

Fr. Juan Rosende dejó al mozo en casa de su madre donde estuvo nueve años de manera que nada le inmutaba, ni tampoco hablaba más que algunas palabras como tabaco, pan, vino, pero sin propósito de usarlos. Si se le preguntaba si quería algo no respondía, sin embargo al ofrecerle algo de comer lo tomaba y comía con exceso por algunos días, después pasaban otros tantos días sin tomar nada.

Una connotación peculiar fue la de que Francisco tenía gran puntualidad. Virtud que aprovecharon. Si alguno le mandaba llevar algún papel de un pueblo a otro, este lo hacía con enorme puntualidad.

En una ocasión, un sujeto del pueblo lo envió a Santander con un papel para otro sujeto, teniendo que pasar obligatoriamente por la ría que tenía más de una legua de ancha (algo más de 5000 metros). Buscó una barca en el sitio de Pedreña, y no hallando allí ninguna, se echó al agua y salió en el muelle de Santander, donde le vieron muchos mojado, junto con el papel.

En la descripción que hicieron de él lo describen como un hombre de estatura de unos seis pies, bien formado, de pelo rojo corto, las uñas gastadas por el salitre y siempre andaba descalzo.

Dicen algunos autores que tenía escamas aún cuando lo llevaron a Liérganes. Algunas de estas escamas sobre el espinazo y como una cinta de ellas desde la nuez hasta el estómago. Pero poco a poco se les fueron cayendo.

Después de estar nueve años, se volvió a perder de vista sin saber nada ya de él.


 
Interesante, me parece que ya había leído sobre este personaje, pero no en esta página.
 
Muy buena info y si estarian bien un as imagenes, igual gracias bro!!!
 
orale, pues esta interesante bro, se te agradece
 
Acompletar la información con unas imagenes quedaria muy bien. Saludos¡¡¡¡
 
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