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¿Cuál es la diferencia entre populismo y demagogia? (CURSO BÁSICO OBLIGATORIO)

jarochilandio

Bovino de la familia
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Rodrigo Riquelme
EL ECONOMISTA
FEB 4, 2017


EL POPULISMO PARECE HABERSE CONVERTIDO EN UNA PLAGA DESCONOCIDA

Ahora todos parecen populistas, se mueven como populistas y suenan como populistas. El término se volvió un cajón de sastre de la teoría y la práctica políticas.

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Foto: Reuters

Comenzaré con algo irrefutable: casi cualquier postura política puede ser calificada como populista. Desde Hugo Chávez, pasando por Barack Obama, hasta llegar a Donald Trump, el populismo parece haberse convertido en una plaga desconocida. La imagen es original del doctor en Historia por el University College de Londres, Ezequiel Adamovsky, quien considera que el populismo “está por todas partes y nadie puede explicar del todo cómo se ha expandido tanto”.

Pero los primeros populistas distan mucho de parecerse a Chávez o a Trump. “El término apareció inicialmente en Rusia en 1878 (...) Se utilizó para describir la creencia según la cual los militantes socialistas tenían que aprender del pueblo, antes de erigirse en sus guías”. En Estados Unidos, sin una aparente relación con el movimiento ruso, la palabra populismo se utilizó a finales del siglo XIX y principios del XX para designar al Partido del Pueblo, un movimiento rural y con una tendencia antiintelectualista que duró muy pocos años.

Ahora todo —y todos— parecen populistas, se mueven como populistas y suenan como populistas. La academia ha contribuido mucho a la confusión que rodea este término. Según Adamovsky, a partir de los años 1950 del siglo XX, “populismo pasó a ser el nombre para un conjunto de fenómenos que se apartaban de la democracia liberal”. Se volvió un cajón de sastre de la teoría y la práctica políticas y se utilizó para homogeneizar los movimientos reformistas latinoamericanos, como el peronismo en Argentina o el cardenismo en México. Y aunque se beneficiaron los derechos de las clases más bajas, las estrategias de estos movimientos se alejaban de las prácticas de las democracias normales, por no decir liberales.

Con su transformación en una palabra de uso común, han aparecido un sinfín de acepciones del término, como el populismo macroeconómico, el cual prioriza la distribución del ingreso a pesar de los riesgos vinculados con la inflación económica, o el populismo cultural, que de acuerdo con Adamovsky, sería el que valoriza la cultura popular por encima de otras expresiones culturales propias de la élite. Pero para el historiador, estos “usos variados” de la palabra populismo son una excusa para otorgarle credibilidad y omnipresencia a otros conceptos que han entrado en desuso, como la demagogia.

“Populismo se ha convertido en un término de combate profundamente ideologizado. Su valor como concepto para entender la realidad, si alguna vez lo tuvo, se ha extinguido. En los usos actuales, puede referir a una familia de ideologías, a una variedad de movimientos políticos, a un tipo de régimen, a un estilo de gobierno, a un modelo económico, a una estética o a un tipo particular de apelación política. Todo eso mezclado y sin ninguna claridad analítica”, afirmó.

¿Cómo debemos llamarle entonces a lo que la mayoría de los críticos de Donald Trump ven en él como populismo? ¿Y a lo que vemos en las declaraciones de Marine Le Pen, la aspirante presidencial del ultraderechista Frente Nacional? ¿Cómo debemos llamarle a Andrés Manuel López Obrador, a quien en repetidas ocasiones distintos grupos políticos han descrito como el populista por antonomasia?

Para el periodista y abogado español Juan José López Burniol, un demagogo es aquel que explota sistemáticamente las emociones y pasiones de la conducta humana para hacerse del favor de las masas. “El demagogo argumenta contra las leyes, costumbres y creencias vigentes, alegando que son convenciones sustituibles por otras pretendidamente mejores, según la conveniencia de la clase o grupo a los que se dirige”, escribió en un artículo para La Vanguardia.

Y es justamente esto lo que Trump ha demostrado desde que inició su campaña por la presidencia. De acuerdo con un artículo de Stephen Stromberg para The Washington Post, la estrategia de Trump resultó ser una fórmula bien conocida pero poco nombrada y que ha sido utilizada por muchos otros gobernantes a lo largo de la historia de la humanidad: la demagogia.

Siguiendo la definición de Burniol, Trump es un demagogo. Así lo demuestra el artículo de Stromberg sobre el papel del empresario neoyorquino desde que fue nombrado candidato republicano a la presidencia. “En primer lugar, Trump exagera de forma extravagante lo malas que están las cosas sin él a cargo. ‘En el país se vive un ambiente más peligroso de lo que francamente hemos visto los que estamos en esta sala’, dijo Trump, al describir a Estados Unidos como un país aterrorizado invadido por radicales islámicos y locos inmigrantes ilegales que cometen crímenes con impunidad”, refiere Stromberg.

Para el periodista de The Washington Post, la premisa clave de la exageración del presidente Trump es que los hechos no importan tanto como la percepción y la emoción que tenga la gente sobre él. Otro de los aspectos de la demagogia que Stromberg encuentra en la fórmula de Trump es que siempre culpa a los demás en los términos más simples posibles: “La demanda en contra de la Universidad Trump no va bien porque el juez es mexicano, los musulmanes son una amenaza y deben mantenerse fuera del país”. Básicamente, todo aquél que caiga de la gracia de Donald Trump forma parte de un sistema corrupto. Desde su punto de vista, los problemas no suceden, sino que son producidos por un grupo de élite que hará cualquier cosa por mantenerse el poder.

Para afianzar su estrategia, Trump le ha asegurado a los ciudadanos estadounidenses una y otra vez que él, y sólo él, puede resolver los problemas con rapidez. Según Burniol, “no es difícil detectar a un demagogo. El simple tono que emplea lo delata. Sí es difícil, en cambio, que la masa no sucumba a su seducción, especialmente en tiempos de zozobra”.



Fuente


¿Capicci?
 
¿Quiénes son los populistas?

Rodrigo Riquelme
EL ECONOMISTA
FEB 4, 2017


POPULISMO EN EL MUNDO

Lázaro Cárdenas, Alberto Fujimori, Evo Morales, Carlos Salinas de Gortari, Hugo Chávez, Richard Nixon, Nicolás Maduro y el presidente filipino Rodrigo Duterte son algunos gobernantes que han sido considerados populistas en algún momento de su quehacer político.

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La palabra populismo ha sido utilizada por tantas personas, con tan distintos significados y en tan diversos contextos, que prácticamente ha perdido las fronteras que la delimitan.

La mayoría de las veces, populismo se utiliza con un sentido despectivo para calificar a aquellos políticos y gobernantes (o aspirantes a serlo) que intentan ganarse el favor popular mediante el halago, las promesas y la confrontación entre las clases menos favorecidas y la élite de una sociedad. En otras ocasiones, esta palabra engloba los principios básicos de la democracia.

Donald Trump fue llamado constantemente un candidato populista por sus opositores. El expresidente estadounidense Barack Obama calificó su propia agenda política como populista. En México, Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador fueron en su momento considerados líderes populistas, aun cuando pertenecen a corrientes ideológicas opuestas.

Lázaro Cárdenas, John F. Kennedy, Silvio Berlusconi, Alberto Fujimori, Evo Morales, Carlos Salinas de Gortari, Hugo Chávez, Richard Nixon, Nicolás Maduro y el presidente filipino Rodrigo Duterte son algunos gobernantes que han sido considerados populistas en algún momento de su quehacer político.

Pero ¿cuál es el verdadero significado de populismo? ¿Y cuál es la diferencia entre el populismo de Trump y el de Obama? ¿Y entre el populismo de López Obrador en el 2006 y el que suponía la llegada de Vicente Fox a la presidencia en el 2000? ¿Existe diferencia entre el populismo que llevó a Hugo Chávez a reducir el precio de la gasolina a menos de 1 centavo de dólar por litro y el de Rodrigo Duterte, que ha asesinado a más de 7,000 personas en su guerra contra las drogas?

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra populismo significa: “Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. En esta acepción, el DRAE hace constar que la palabra es utilizada sobre todo en sentido despectivo. El diccionario no registra ninguna otra acepción, lo que restringe su definición ante los múltiples contextos y situaciones a las que es aplicada.

Parece que nadie se pone de acuerdo respecto de la palabra populismo. Mientras que para algunos el populismo es “la ideología que apoya los derechos, las aspiraciones y el poder de la gente (...), el sostén de la democracia”, en palabras del profesor en Ciencia Política del Dordt College, Jeff Taylor; para otros es una “perversión de las democracias modernas”, como sugieren los investigadores César Cansino e Israel Covarrubias, en su ensayo Retóricas y dinámicas del populismo en México.

El caso de la reciente elección en Estados Unidos es un ejemplo excepcional para explicar el populismo contemporáneo, según J. Eric Oliver y Wendy M. Rahn, en su artículo Rise of the Trumpenvolk: El populismo en las elecciones de 2016. Para los investigadores de la Universidad de Chicago y la Universidad de Minnesota, respectivamente, el 2016 fue el año del populismo, debido principalmente a los discursos de algunos de los candidatos, en particular Donald Trump y Bernie Sanders. En ambos casos, de acuerdo con los investigadores, se utilizó un lenguaje simplista, una retórica antielitista y un mensaje colectivista. “El año 2016 es de hecho el año del populista, y Donald Trump es su apoteosis”, refiere el texto.

Para el escritor mexicano Jorge Volpi, el populismo se agrupa según la ideología que lo utilice; tanto la derecha como la izquierda usan el populismo a su favor. “El objetivo de los populismos de izquierda (...) radica en buscar un equilibrio en la repartición de la riqueza y las oportunidades, asumiendo que sólo unos pocos se han beneficiado del sistema. A veces, esta redistribución ha sido exitosa; otras, ha constituido un fiasco descomunal debido a la corrupción o a la impericia, como en Argentina, Brasil o Venezuela. Pero ello no los emparienta con Trump y con los suyos: el populismo de derechas, como en general toda la derecha conservadora, tiene un planteamiento opuesto: mantener la desigualdad a toda costa”, afirmó en un artículo de Reforma, en diciembre del 2016.

Según la mayoría de los investigadores y analistas políticos, el único acuerdo que se tiene es que el término populismo es sumamente elusivo y ambiguo. Depende, en todo caso, de la sociedad que lo fomente y de los líderes que lo utilicen; de a quién intente calificar y, sobre todo, de si conviene o no usarlo para los fines de un líder y del pueblo al que esté gobernando. El populismo es ante todo un concepto maleable y manipulable.


Fuente


Trumpenvolk... me gustó el término.
 
agradezco antes de cualquier comentario, lo voy a leer con calmita mi buen jaroch, saludos

chingon aporte:)
 
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