frafraa
Bovino maduro
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Libia es tan importante que cuando está inmersa en una Guerra Civil, los mercados sufren, tiemblan. Los medios le dan una importancia mayúscula a un evento que, sin duda, lo merece: el derrocamiento de un dictador tan impopular como egocéntrico.
Sin embargo, ¿a poco ha escuchado últimamente riesgo de un conflicto en Costa de Marfil? ¿Sabe, por lo menos, dónde está el lugarcito? Si no, no se preocupe. Ni CNN, ni El País, ni (válgame el cielo) Noticieros Televisa le dan un seguimiento importante a este asunto. ¿La razón? La principal exportación de los marfileños es el cacao.
A diferencia de Japón, con una posición cultural y económica envidiable, (sin demeritar la atención que merece de nuestra parte), el único riesgo de que Costa de Marfil se convierta en un Estado Fallido (con todo respeto) es que aumente en algunos centavos el precio del Snickers o del Chocolate Abuelita.
El país produce alrededor de 40 por ciento del cacao del mundo.
La amenaza insípida
“Laurent Gbagbo necesita captar el mensaje y dimitir”, lanzó P. J. Crowley, el portavoz del Departamento de Estado estadounidense, a finales de enero pasado.
¡Hace más de un mes! Ojalá lo recuerde, pero cuando Barack Obama le retiró su apoyo a Hosni Mubarak, el dictador egipcio duró apenas unos días. La presión internacional y la falta del visto bueno de Washington debilitaron un ya alicaído régimen. Aquí, por desgracia, no se ve para cuándo.
Gbagbo es, digamos, un dictador estándar: se le acusa de crímenes de guerra y se niega a dejar el poder a pesar de que conoció la derrota a manos de Alessane Ouattara en las elecciones presidenciales pasadas.
Cito a Aprille Muscara, en Milenio:
Antes del estallido de las revueltas populares en el mundo árabe y que la atención de Occidente se concentrara en el norte de África, numerosos analistas internacionales vincularon el futuro del continente africano a la forma en que se resuelva el conflicto en ese país. “Si la situación en Costa de Marfil no se resuelve de forma adecuada, los demócratas africanos pueden irse a casa”, señaló Christopher Fomunyoh, del Instituto Nacional Democrático, en un panel sobre el tema realizado hace dos meses.(…) Este año habrá 20 elecciones en África y los observadores consideran a Costa de Marfil como una prueba sobre las posibilidades de democratización del continente.
El problema es que, como dice un viejo dicho popular mexicano: el horno no está para bollos. Con una Libia a punto de convertirse en un pandemónium, una Francia que –lejos de su tradición de amistad y respeto- se empeña en pelearse con países tercermundistas y un Japón destruido (nuevamente), hay pocos que tienen ganas de conocer el problema de los marfileños y su chocolate.
Acaso los cocineros y los románticos.
Tomado de la Revista Filos.mx
Sin embargo, ¿a poco ha escuchado últimamente riesgo de un conflicto en Costa de Marfil? ¿Sabe, por lo menos, dónde está el lugarcito? Si no, no se preocupe. Ni CNN, ni El País, ni (válgame el cielo) Noticieros Televisa le dan un seguimiento importante a este asunto. ¿La razón? La principal exportación de los marfileños es el cacao.
A diferencia de Japón, con una posición cultural y económica envidiable, (sin demeritar la atención que merece de nuestra parte), el único riesgo de que Costa de Marfil se convierta en un Estado Fallido (con todo respeto) es que aumente en algunos centavos el precio del Snickers o del Chocolate Abuelita.
El país produce alrededor de 40 por ciento del cacao del mundo.

“Laurent Gbagbo necesita captar el mensaje y dimitir”, lanzó P. J. Crowley, el portavoz del Departamento de Estado estadounidense, a finales de enero pasado.
¡Hace más de un mes! Ojalá lo recuerde, pero cuando Barack Obama le retiró su apoyo a Hosni Mubarak, el dictador egipcio duró apenas unos días. La presión internacional y la falta del visto bueno de Washington debilitaron un ya alicaído régimen. Aquí, por desgracia, no se ve para cuándo.
Gbagbo es, digamos, un dictador estándar: se le acusa de crímenes de guerra y se niega a dejar el poder a pesar de que conoció la derrota a manos de Alessane Ouattara en las elecciones presidenciales pasadas.
Cito a Aprille Muscara, en Milenio:
Antes del estallido de las revueltas populares en el mundo árabe y que la atención de Occidente se concentrara en el norte de África, numerosos analistas internacionales vincularon el futuro del continente africano a la forma en que se resuelva el conflicto en ese país. “Si la situación en Costa de Marfil no se resuelve de forma adecuada, los demócratas africanos pueden irse a casa”, señaló Christopher Fomunyoh, del Instituto Nacional Democrático, en un panel sobre el tema realizado hace dos meses.(…) Este año habrá 20 elecciones en África y los observadores consideran a Costa de Marfil como una prueba sobre las posibilidades de democratización del continente.
El problema es que, como dice un viejo dicho popular mexicano: el horno no está para bollos. Con una Libia a punto de convertirse en un pandemónium, una Francia que –lejos de su tradición de amistad y respeto- se empeña en pelearse con países tercermundistas y un Japón destruido (nuevamente), hay pocos que tienen ganas de conocer el problema de los marfileños y su chocolate.
Acaso los cocineros y los románticos.
Tomado de la Revista Filos.mx