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Con la nueva de la oficina (2)

john4723

Bovino maduro
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30 Jul 2007
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EN SU APARTAMENTO

El día del encuentro ella salió temprano, pero yo tuve que quedarme hasta tarde, entonces por la noche la llamé para saber si aún podía ir a verla, y me dijo:

-"No quiero dejar pasar esta noche sin darte una mamada"

Colgué y tomé un taxi hasta su edificio al otro lado de la ciudad. Cuando llegué me recibió en la portería, vestía un camisón largo y grueso para el frío. Me besó sin decir nada y me guió de la mano con su andar seguro hasta el ascensor. Apenas se cerraron las puertas, su cuerpo se giró hacia mí. Me sostuvo la mirada, desafiante.

—Espero que realmente hayas traído apetito —murmuró, acercándose hasta que su aliento me rozó la boca.

No hizo falta contestar. Sus labios se estrellaron contra los míos sin pedir permiso. Mi beso fue agresivo, húmedo, dominante. Su lengua invadió mi boca como si ya me perteneciera. Mis manos buscaron su cintura, apretándola, sintiendo el contorno de su cuerpo. Metí mis manos bajó el camisón y no llevaba nada puesto, mis manos ya eran parte de su cuerpo, y mis dedos ya habían sentido sus jugos calientes saliendo de su vagina.

Subimos al tercer piso sin dejar de besarnos, y apenas entramos en su apartamento, se quitó el camisón que tenía puesto dejando al descubierto sus hermosas y grandes tetas que tato había yo imaginado. Su vagina estaba depilada y su bello culo se veía menos firme pero igual de apetitoso.

—¿Te gusta lo que ves?

—Mucho —le dije, sin disimular mi erección, que ya presionaba contra el pantalón.

Ella vino hacia mí, lenta, con esa cadencia de fiera segura de su presa. Se arrodilló frente a mí, desabrochó mi cinturón, y con una sonrisa que encendía fuegos, me sacó el miembro.

—Estaba deseando hacer esto desde hace varios días

Su boca se cerró sobre mí con una maestría que me arrancó un gemido inmediato. Su lengua jugaba, sus labios apretaban, y su mirada no se apartaba de mis ojos. La sensación era tan intensa que tuve que apoyarme en el mesón detrás de mí.

Después de unos minutos que parecieron eternos, se levantó, se chupó los labios y dijo:

—Ahora sí, vamos a mi cama.

El sexo esa noche fue lento, húmedo, lleno de gemidos bajos y caricias profundas. La desnudé con la ansiedad contenida de varias semanas de tensión, y ella se dejó hacer, aunque en todo momento guiaba el ritmo, me dominaba con la mirada y con sus gemidos exigentes. Hicimos el amor durante casi una hora, con las persianas abiertas para que los vecinos nos pudieran ver. La verdad no se si alguien nos vio desde los otros apartamentos, pero ambos queríamos que nos vieran.

La penetré entre sus piernas abiertas, con sus uñas marcándome la espalda, jadeando mi nombre una y otra vez. Mi semen salió por montones y ni decir de todo lo que salió de ella.

Y cuando terminamos, empapados de sudor, ella me miró y dijo:

—Esto apenas empieza.
 
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