Los 29 hombres y 41 mujeres que tomaron parte en la reciente prueba se mostraron dispuestos a apretar el botón de descarga, aun sabiendo que causarían daño a otro ser humano.

Cincuenta años después de que se realizara la llamada “prueba Milgram”, científicos de Estados Unidos repitieron este polémico experimento. El experimento original, cuyos resultados se publicaron en 1963, fue llevado a cabo por el profesor Stanley Milgram, de la Universidad de Yale. En dicha prueba, unos voluntarios debían aplicar, cuando eran incitados por una figura de autoridad, lo que creían que eran dolorosas descargas eléctricas a otros voluntarios (que en realidad eran actores).



Los investigadores de la Universidad de Santa Clara, en California, encontraron que aún cuando los actores daban (falsos) gritos de dolor, la mayoría de los participantes estaban dispuestos a aumentar el voltaje de las descargas: después de escuchar los primeros gritos de dolor de los actores con una descarga de 150 voltios, el 82′5% de los voluntarios continuó aplicando descargas eléctricas. De estos, el 79% continuó con las descargas hasta llegar al límite del generador: 450 voltios.


En el nuevo experimento, llevado a cabo por el doctor Jerry Burger, el 70% de los participantes estuvieron dispuestos a continuar con las descargas después de los 150 voltios, pero no se les permitió hacerlo. De cualquier forma, la vasta mayoría de los 29 hombres y 41 mujeres que tomaron parte en la reciente prueba se mostraron dispuestos a apretar el botón de descarga, aun sabiendo que causarían daño a otro ser humano.


El profesor Alan Elms, de la Universidad de California, que participó en el experimento Milgram de 1961, señala que “el límite de crueldad de la humanidad, como todo lo demás, depende de las condiciones [a las que esta expuesta]. Parecemos estar programados para cumplir órdenes incluso si éstas dañan a los demás. Y esta claro que, a pesar de todos los espectáculos de horror de la humanidad en el pasado, todavía no logramos entender el mensaje”.