john4723
Bovino maduro
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- 30 Jul 2007
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Amigos, hace tiempo que no los visitaba. Hoy vengo con una historia que ocurrió hace algunos años, pero que recuerdo como si hubiera sido ayer.
LAS MIRADAS
Desde que la vi en la oficina, supe que algo en ella iba a desarmarme por completo. No era solo su figura —aunque cómo ignorar ese cuerpo firme, esas caderas generosas bajo el pantalón entallado, un culo redondo y paradito y ese escote sugerente que apenas ocultaba unas tetas firmes y provocadores—, era su actitud. Caminaba con seguridad, con una mirada afilada que sabía exactamente a dónde apuntar... y con qué intención.
Yo, como siempre, mantenía mi perfil bajo. Serio. Observador. Nunca el primero en hablar, pero sí el primero en notar. Y noté cada detalle de ella desde el primer día. Incluso cuando fingía estar concentrada en su pantalla, yo sentía su mirada atravesándome.
Ese día, me crucé con ella en la sala de café. Su perfume era dulce y fuerte, como ella. Se presentó ya que era la chica nueva:
—Hola —me dijo con una media sonrisa, los ojos brillando como si ya supiera en qué estaba pensando.
—Hola, buenos días. Mantuve la voz firme, aunque por dentro me hervía la piel.
—Te ves... serio —dijo, dándole un sorbo al café. Se lamió los labios lentamente. Maldición.
—Tú no tanto —le respondí, y ella rió. Una risa grave, con esa cadencia que te imaginas jadeando al oído.
Desde ese momento, supe que esto no era solo una compañera más de trabajo. Había algo en su forma de moverse, de hablarme, que me decía que estaba probándome. Y que quería jugar.
LA INDIRECTA
Pasaron dos días. En cada reunión, me buscaba con la mirada. A veces pasaba detrás de mí, rozando mi hombro, dejándome su perfume... o algo más. Me hablaba al oído cuando no era necesario. Su tono era casi una caricia verbal. Yo no podía evitar que mi mente volara todo el tiempo pensado una y mil veces lo que le haría si la tuviera desnuda, sus pezones en mi boca, su vagina en mi rostro.... eran días muy difíciles.
Una tarde cualquiera, mientras salía de la oficina, me llegó un mensaje. Desconocido.
"Si alguna vez quieres algo más interesante que reuniones, miradas y palabras, me avisas."
Supe de inmediato que era ella. No hacía falta firmar el mensaje.
Mi respuesta fue sencilla: *"¿Cuándo?"*
"Mañana. Después de la oficina"
No dormí esa noche. No por ansiedad, sino por calentura.
LAS MIRADAS
Desde que la vi en la oficina, supe que algo en ella iba a desarmarme por completo. No era solo su figura —aunque cómo ignorar ese cuerpo firme, esas caderas generosas bajo el pantalón entallado, un culo redondo y paradito y ese escote sugerente que apenas ocultaba unas tetas firmes y provocadores—, era su actitud. Caminaba con seguridad, con una mirada afilada que sabía exactamente a dónde apuntar... y con qué intención.
Yo, como siempre, mantenía mi perfil bajo. Serio. Observador. Nunca el primero en hablar, pero sí el primero en notar. Y noté cada detalle de ella desde el primer día. Incluso cuando fingía estar concentrada en su pantalla, yo sentía su mirada atravesándome.
Ese día, me crucé con ella en la sala de café. Su perfume era dulce y fuerte, como ella. Se presentó ya que era la chica nueva:
—Hola —me dijo con una media sonrisa, los ojos brillando como si ya supiera en qué estaba pensando.
—Hola, buenos días. Mantuve la voz firme, aunque por dentro me hervía la piel.
—Te ves... serio —dijo, dándole un sorbo al café. Se lamió los labios lentamente. Maldición.
—Tú no tanto —le respondí, y ella rió. Una risa grave, con esa cadencia que te imaginas jadeando al oído.
Desde ese momento, supe que esto no era solo una compañera más de trabajo. Había algo en su forma de moverse, de hablarme, que me decía que estaba probándome. Y que quería jugar.
LA INDIRECTA
Pasaron dos días. En cada reunión, me buscaba con la mirada. A veces pasaba detrás de mí, rozando mi hombro, dejándome su perfume... o algo más. Me hablaba al oído cuando no era necesario. Su tono era casi una caricia verbal. Yo no podía evitar que mi mente volara todo el tiempo pensado una y mil veces lo que le haría si la tuviera desnuda, sus pezones en mi boca, su vagina en mi rostro.... eran días muy difíciles.
Una tarde cualquiera, mientras salía de la oficina, me llegó un mensaje. Desconocido.
"Si alguna vez quieres algo más interesante que reuniones, miradas y palabras, me avisas."
Supe de inmediato que era ella. No hacía falta firmar el mensaje.
Mi respuesta fue sencilla: *"¿Cuándo?"*
"Mañana. Después de la oficina"
No dormí esa noche. No por ansiedad, sino por calentura.